Aprenderás cómo se realizan exposiciones o muestras temporales, permanentes o itinerantes. También conocerás experiencias de museos construidos por comunidades que desean narrar su propio patrimonio.
3 sesiones presenciales y obligatorias en Arturo Prat 234, Vicuña. –Sesión 1: Viernes 24 de mayo. 18:30 a 20:30 hrs
–Sesión 2: Sábado 25 de mayo. 11 a 13 hrs
–Sesión 3: Sábado 1 de junio. 14 a 16 hrs
Se puede gestionar alojamiento para quienes vengan de otras comunas.
Descarga Gratuita del Boletín Mamakochandes #1 del Proyecto Supay Wasi
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El Boletín MamaKochandes, es un medio de difusión e información sobre las temáticas y actividades del Proyecto Supay Wasi, esto es, la descolonización de la historia, el folclor, “medio ambiente” y espiritualidad de los territorios del Norte Chico de Chile y los Andes. En esta publicación podrás encontrar entrevistas, noticias, reportajes y artículos, además de informarte de las actividades de nuestro proyecto y de sus colaboradores.
ÍNDICE
-Pullayes, tejiendo historias por Redacción Supay Wasi
-Baile Chino Adoratorio Cerro Mercachas: 10 años de resistencia espiritual en Aconcagua por Redacción Supay Wasi
-El Culebrón de Cabritería por Juan Verde
-Koshi sama: Los mundos espirituales y la fuerza de la dieta por Inin Niwe (Pedro Favaron) y Chonon Bensho
-Espíritus Dueños y Guardianes de la naturaleza por Patricio Barría
Algarrobo centenario del bosque del sector Algarrobal. Archivo Supay Wasi
Durante el mes de enero pasado, tuvimos el honor de recibir la visita del Director del Museo Arqueológico de Los Andes, don Carlos Coros Villca. En aquella oportunidad nos concedió una entrevista, la cual pudimos realizar en conjunto con OtroNorte Comunicaciones. Aprovechamos aquella oportunidad para llevar a nuestro invitado a conocer algunos sitios arqueológicos importantes que se encuentran en este sector del Valle de Elqui donde habitamos, al interior de la Comuna de Vicuña.
Esta entrevista fue grabada en el sector de Algarrobal, un importante sitio patrimonial de este territorio, que cuenta con un extenso bosque de prosopis –lamentablemente amenazado por la extensión de la frontera agrícola– y alberga numerosas evidencias de nuestros antepasados desde el arcaico.
Las temáticas tratadas en esta interesante entrevista fueron, de modo general:
-La historia del Museo Arqueológico de Los Andes
-La arqueología en el Valle de Aconcagua, desde los orígenes
-Arqueología del Periodo Inca en Aconcagua
-El Cerro-huaca Mercachas, Michimalonco y la batalla con Pedro de Valdivia.
-El algarrobo en el pasado aconcagüino
Algunos de los temas más interesantes tratados durante esta entrevistas guardan relación al Cerro-huaca Mercachas, del Valle de Aconcagua. Carlos Coros escribió durante el año 2001, una interesante monografía publicada en la revista El Chaski que se titula El fuerte de Michimalonco y la batalla contra Pedro de Valdivia. La importancia de ese trabajo es, por un lado, la proposición del Cerro Mercacha como el lugar donde tuvo la decisiva batalla entre las huestes del Toqui Michimalonco contra los conquistadores europeos, en segundo lugar, aunque no menos importante, son las importantes perspectivas que se abren en la comprensión del topónimo del cerro. Haciendo uso de fuentes coloniales como el diccionario quechua español del jesuíta Diego Gonzales de Holguín –publicado originalmente en 1608 con el fin de cumplir con la conquista espiritual de los indígenas– encuentra el significado del topónimo mercachas, un tipo especial de huaca, un ancestro primigenio que fue el primero en poblar el territorio.
Otro punto que nos resultó muy importante son los hallazgos que este investigador ha realiuzado en torno al algarrobo, el árbol sagrado de los diaguita, que en las tierras picunches aparece como fundamental en la dieta ancestral aconcagüina.
Esta entrevista se la presentamos en dos formatos diferentes, en primer lugar, se presenta un video de de 24 minutos de duración y en segundo lugar la entrevista completa en formato audio que corresponde la tercer episodio del podcast del Proyecto Supay Wasi: El Fogón Elquino. a continuación están los link para acceder a ambos formatos.
Pullayes es una localidad de la Región de Coquimbo, Chile. Hasta hace pocas décadas la ocupación principal en esta localidad, era la crianza de cabras y otros animales en su extensa parte alta, que conecta directo a las serranías de la Comunidad Agrícola Diaguitas- Uchumí. También en la parte baja de esta localidad, el sector bajo el canal de regadío, habían extensos huertos que producían toda clase de hortalizas y frutos, que el benigno clima elquino permitía.
En las últimas décadas el auge del negocio de la uva de exportación, ha modificado radicalmente el paisaje local. El monocultivo de uva acaparó todos los terrenos aptos para agricultura, reemplazando la rica variedad de la agricultura tradicional. Este cambio no solo fue en las tierras tradicionalmente aptas para el cultivo, sino que, gracias a costosas tecnologías de bombeo y riego –así como al uso intensivo de maquinaria–, las parras han colonizado el territorio de los Copaos, Illaves y Sandillones (nuestros cactus nativos), hábitat de la fauna silvestre, tierras que antiguamente se dedicaban a la crianza extensiva de animales y otras actividades tradicionales. Otros bienes comunes como el patrimonio arqueológico también se han visto perjudicados.
Antiguamente las comunidades agrícolas no podían vender sus tierras y sus derechos sobre esta, solo se heredaban familiarmente. Durante la dictadura militar, se transformó la Ley de Comunidades Agrícolas para permitir laventa de los derechos comunitarios, lo cual allanó el camino para la expansión del capitalismo agroexportador en el Elqui. También habría que sumar a este fenómeno la creciente utilización de toneladas de agroquímicos y la presión sobre el Río Elqui para obtener agua para regar, las cada vez más extensas, hectáreas de monocultivo.
Historia Indígena del territorio
En el Valle de Elqui la historia indígena es un proceso complejo de larga data, con varios milenios de duración. Esta complejidad de culturas se hace patente, de modo superlativo, durante el periodo Inca, cuando una diversidad de grupos convivían en el territorio elquino. Junto a los grupos diaguitas, encontramos chiles (del valle de Chile o Aconcagua, hablantes de mapuzungun), churumatas (provenientes del sur de Bolivia/ Norte argentino) y otros contingentes poblacionales movilizados por los Incas. De algún modo, este panorama multiétnico refleja la actual herencia cultural del territorio.
Existe un sugerente relato local, el cual hemos recopilado en el vecino pueblo de Andacollito, que versa sobre la existencia de tres grupos indígenas al momento del contacto con los españoles, este relato resulta bastante interesante, ya que entrega algunas pistas sobre la distribución de los grupos en el territorio:
“Cuando llegaron los españoles, existían tres tribus de indios en el Valle de Elqui. Primero los que vivían para abajo en Marquesa, luego venían los diaguitas, aquí desde el Mamalluca para arriba y al final del valle, para la cordillera, en las faldas del Cerro Doña Ana y las Tórtolas, vivían los más ricos de todos, los incas.”
(Poblador de Andacollito)
En este relato se aprecia claramente una división en la ocupación territorial entre un grupo de la parte baja del valle — los de Marquesa — y un grupo de la parte alta — los diaguitas — mientras que un tercer grupo, caracterizado por su mayor riqueza —los incas — habitaban en un sector aún más alto del valle, cercano al límite con Argentina. La evidencia arqueológica por otro lado, demuestra la existencia de ocupaciones inca en estos cerros cordilleranos, además de la documentada existencia de “Santuarios de Altura” donde se realizaban los rituales de Capacocha, ofrendas realizadas a los apus más importantes de Los Andes, como parte del calendario ritual incaico (Stehberg, 1995).
Otras evidencias valiosas, las entregan numerosos documentos coloniales, que refieren sobre la denominación que se le asignaba, a diversos segmentos del Valle de Elqui en tiempos coloniales. Se menciona la contraposición entre dos territorios, uno denominado Valle de los Diaguitas, hacia la parte alta del valle y otro denominado Valle Delque, desde el antiguo pueblo de El Tambo hacia aguas abajo (Castillo, 2011; Téllez, 2008).
En algún momento no muy lejano en la milenaria historia elquina, la denominación Valle de Elqui — que muy probablemente proviene de la antigua denominación Delque o Elque, que antiguamente era reservada para la mitad de abajo del valle — se impuso para todo el territorio en cuestión, de cordillera a mar y el topónimo Diaguitas pasó, de ser el nombre para designar un extenso territorio (la mitad de arriba), a solo a nombrar una localidad, tal como es en la actualidad el pueblo de Diaguitas.
Nido de arañas
En el Valle de Elqui en general, los nombres indígenas de los lugares o toponimia indígena, se dividen entre provenientes del idioma mapuche y quechua, por ser su presencia ampliamente mayor a la de otras lenguas. El topónimo Pullayes ha sido relacionado con el quechua. En el libro “Vicuña y la toponimia del Valle de Elqui” del autor Herman Carvajal Lazo se identifican las siguientes acepciones:
“PULLAY, (1), paraje. Topónimo cuya etimología bien puede ser quechua o mapuche. Si quechua, de pukllay, ‘jugar, divertirse’. Si mapuche, de pwhab, ‘barbas o líquenes de los robles’. // Pullay. Jugar. (Pucllay). En las provincias del norte de Chile, lo mismo que en la Argentina, donde pronuncian, puyllay y pusllay, un muñeco, personificación del carnaval, equivalente al Ño Camardón del Perú, que llevan a enterrar con una parodia de sepelio de un cadáver al terminar el Carnaval… // Pullay, m. Arbol parecido al aromo y a nuestro lilén o corcolén. Se cría en la provincia de Coquimbo pero no lo nombran nuestros naturalistas. Probablemente a él se deben los nombres de Alto de Pullay, paraje del valle de Elqui (Román).”
Más allá de estas posibilidades interpretativas y de la búsqueda de significados indígenas en diccionarios, algunas personas antiguas del pueblo de Pullayes, tiene su propia versión sobre el significado del nombre de este pueblo:
“Pullayes significa nido de arañas, porque antes habían muchas arañas y hacían sus nidos en la punta de unos cactus que antes se conocían con el mismo nombre que este pueblo…Esos cactus también se llamaban Pullayes antes.”
Tan importante ha sido para esta comunidad el significado manejado sobre su nombre, que incluso forma parte del estandarte de la Junta de Vecinos (ver abajo: detalle del estandarte de la Junta de Vecinos de Pullayes).
Ahora, averiguando un poco sobre lo que nos dicen nuestros interlocutores elquinos, es que nos encontramos con la siguiente aproximación entre esta traducción local y el idioma mapuche. En mapuzungun hay una categoría de araña, no venenosa y benéfica que se llama llayiñ, mientras que la particular que hace el plural en esta lengua es pu, tenemos entonces que Pu llayiñ, significaría arañas:
“Llallíñkushe, significa la vieja-primigenia araña…es la gran tejedora, la tejedora preeminente, la tejedora ancestral y originaria que, como toda gran tejedora, sabe hilar de igual manera… Llallíñ no es un lexema genérico de araña; según de Augusta, la especie está dividida en dos etnocategorías: “Llallíñ: arañas pequeñas y regulares; y pallu, las grandes picadoras” … Zúñiga, por su parte, nos refrenda dichaopinión, para él la “araña, llallíñ; araña venenosa pallu”. Es la araña inofensiva la que habita en lo doméstico, sin envenenar ni picar, es una colaboradora de lo doméstico, atrapa en su tela a los insectos molestos. De ahí que venga siempre de arriba al rescate –arriba en asociación a lo positivo, en oposición a lo abajo vinculado a lo negativo–, es la araña de tela.”
(Mege, 2017)
Indagando un poco en la importancia de la araña en la cultura mapuche, tenemos a la Vieja Araña, Llayiñ kushe, patrona de las tejedoras, un espíritu antiguo que trajo el arte textil y los colores al mapu. Incluso tiene su propio diseño dentro de la textilería tradicional mapuche.
La araña vieja, Llalin Kushe, en un poncho realizado por la artesana Elvia Albornoz, de la localidad de Neuquen, Argentina. Foto de la autora.
Las arañas de Pullayes
Hemos realizado un micro-recorrido por la historia de Pullayes, siguiendo el significado de su nombre, también hemos señalado la complejidad de culturas que forman parte de la historia indígena de estos territorios. En este sentido el significado del nombre de este pueblo –guardado por la comunidad–, nos recalca la misma complejidad histórica que hemos señalado. La importancia de los grupos chile, hablantes del mapuzungún, junto a los diaguitas y otros grupos étnicos como los churumatas, se manifiestan de una forma u otra en la historia elquina, que está lejos de ser un proceso simple y homogéneo.
Referencias Bibliográficas
Carvajal Lazo, Herman. (1993) “Vicuña y la toponimia del Valle de Elqui”. Facultad de Humanidades Universidad de La Serena.
Mege, Pedro. (2017). “La cofradía de las arañas. Mitos y ritos herméticos de las maestras textileras mapuches”. En: Aisthesis no.62. Santiago de Chile.
Por Patricio Barría. En: Cuadernos Supay Wasi #5 (ISSN 0719-9600)
Extendí mis brazos y comencé a girar, frenéticamente, en el sentido contrario a las agujas del reloj. El ritmo de los bombos leguëros se hizo repentinamente muy raro, amorfo y casi inaudible. Comprendí que ya estaba totalmente perdido en la magia de aquella danza. Los sentidos se desvanecieron, todo fue muy rápido e inesperado.
De un repentino golpe, caí sentado por la mareación, al tiempo que fui succionado por un remolino, hacia un abismo oscuro. Y aparecí en otro mundo, del cual nunca supe su existencia hasta aquel momento. En aquel lugar todo giraba, como si un remolino demoníaco lo consumiera todo. Lo que había antes –en el lugar donde comenzó aquel baile ritual– desapareció; las personas, el paisaje, la música, las rocas, ya no había nada de aquello. Solo yo existía, aporreado por aquel remolino, en la soledad más extrema, sentado con las piernas recogidas, resistiendo al mareo.
En el centro de aquel universo, donde todo giraba hacia la izquierda y era absolutamente oscuro. En el centro del mundo negro me encontraba, sin previo aviso.
De repente unos puntos luminosos empezaron a materializarse, agrupándose y haciéndose más densos, girando alrededor mío. La luz siguió apareciendo y agrupándose, como pequeños puntos de luz que, entremedio de la absoluta oscuridad, se juntaban y crecían, cada vez más densos y –a medida que gibaban en torno mío– iban adquiriendo forma de cometa.
En aquel instante vertiginoso una claridad alumbró mi entendimiento y creí comprender un lenguaje o una información -que explicaba los sucesos de aquel desconocido universo. Al mismo tiempo que aquella materia luminosa se formaba a mi alrededor, sentí que era una especie de átomo primigenio o la partícula más pequeña de todo lo existente –a la vez que me invadió la sensación de estar experimentando el amanecer del tiempo. Y vi como se organizaba aquella materia o energía en la partícula más pequeña. A medida que esta materia giraba alrededor mío, se iba ampliando la escala –mientras que nuevos ciclos del incesante giro hacia la izquierda se efectuaban– de las sucesivas formaciones estructurales de lo existente; se iba ampliando la escala hacia formas cada vez más grandes que aquel primer átomo originario, aunque siempre el orden y los lineamientos originales eran los mismos, en todas las escalas.
Hasta que llegaron los astros y experimenté aquella vida, ya no desde el ínfimo átomo, sino desde la perspectiva de la Tierra. Experimentaba el paso del sol y con ello el paso de las estaciones cíclicas y la esencia de cada una. Siguiendo aquel vertiginoso viaje, adentro del susodicho remolino, vi que la vida estaba signada por las cuatro estaciones del año. Todo lo que existe, a medida que empieza a girar, debe pasar necesariamente por cuatro etapas, la Tierra y todo lo existente. Una cruz divide el universo en cuatro secciones, los cuatro vientos.
Mientras pasaba el invierno cósmico, y a la vez el invierno individual, ocurrió la aclaración del milagro de la vida. Después de la muerte invernal viene el renacimiento en la primavera, la muerte es simplemente un estadio más, en la interminable cadena, de todo lo existente. Morir es nacer. Un infinita felicidad me invadió al experimentar aquel renacimiento constante y me hizo perder el miedo al final, a la muerte y a la oscuridad.
Tan rápido como empezó todo también se acabó, aquel remolino me botó nuevamente a mi lugar de origen, la música se hacía audible nuevamente y el escenario recuperó su forma. Este viaje al infinito, absorbido por el remolino, debe haber durado unos, bien intensos, treinta y tres segundos.
«En el remolino de la vida, la muerte es un simple amanecer. La vida es lo que nunca se acaba y dar vueltas, su razón de ser.»
Ha salido el primer libro publicado por Señor Litre Editor, el sello del Proyecto Supay Wasi. El autor de esta obra es Pedro Favaron y la presente obra es parte de su tesis de doctorado en la Universidad de Montreal en Canadá. El autor es comunero empadronada de la Comunidad Nativa de Santa Clara, del pueblo shinibo-konibo y lleva más de 20 años trabajando con plantas medicinales del Perú y con médicos tradicionales de distintos pueblos indígenas, tanto de la región andino-amazónica como de Norteamérica. Fundador y director de la Clínica de Médicina Tradicional Nishi Nete. Vive en Yarinachocha, Departamento Ucayali -Perú.
La primera edición fue publicada en Perú en año 2017 por el Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP) y la nuestra es la primera edición chilena. Para esta edición el autor preparó las siguientes palabras, a modo de prólogo, que compartimos para quienes se interesen en esta interesante obra sobre las sendas visionarias de la Amazonía Occidental.
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Prólogo a la edición chilena
Estimado lector,
El libro que usted lee ahora, me ha traído entrañable satisfacción. Con él pude doctorarme en la Universidad de Montreal y culminar así un proceso intenso de 12 años de formación universitaria, en el que la libertad de mi ser nunca se sintió plenamente expresada; en las aulas tuve que preservarme frente a la domesticación del pensamiento que suelen practicar las instituciones universitarias de nuestro tiempo, herederas de la modernidad ilustrada y con una tendencia a generar cátedras cada vez más burocráticas. A pesar de mis críticas al campo universitario contemporáneo, este trabajo es fruto de una rigurosa investigación, que me permitió legitimarlo frente a un estricto jurado, aunque no sin tensiones: los paradigmas hegemónicos en las ciencias sociales y humanas, suelen sentirse amenazados frente a toda escritura libre y poética; el materialismo imperante regaña de las inclinaciones espirituales y desconfía de las racionalidades indígenas. La formación académica me ha permitido contrastar mi pensamiento con el de mis colegas, ser prolijo en mis investigaciones y estar atento a los matices; sin embargo, considero que perder el ánimo autodidacta y ceñir nuestra formación a las demandas de especialización de las distintas facultades, atenta contra el alma original que debe animar toda pedagogía verdadera: conocerse a uno mismo para habitar el mundo con sabiduría, libertad, belleza y ética, de forma saludable y plena.
Muchos de mis colegas realizan sus trabajos de investigación aplicando las metodologías dominantes y los giros lingüísticos aceptados, sabiendo que de tal manera accederán a becas y podrán hacer carrera. Existen sutiles mecanismos económicos que disciplinan el pensamiento y la labor intelectual. No cabe duda de que, a pesar de los procesos críticos al interior de las universidades modernas, sigue habiendo una prevalencia de un pensamiento eurocéntrico cada vez más hastiado de sí mismo y, muchas veces, estéril, ensimismado y narcisista. Los llamados estudios decoloniales anuncian, hace ya cierto tiempo, la necesidad de pensar desde epistemologías y ontologías distintas al pensamiento ilustrado; sin embargo, percibo que si bien vaticinan esta intención con no poca pompa, pocos llegan a realizarla. Es como si señalaran una costa distante que nunca alcanzan. Esto se debe, no me cabe duda, a que la decolonialidad es ante todo un programa ideológico y político que no puede terminar de liberarse del materialismo positivista y dialéctico de su herencia marxista; su meta principal, a mi entender, es desmontar la modernidad ilustrada y, por lo tanto, está todavía demasiado condicionado por aquello que critica con tanta vehemencia. La propuesta de mi trabajo, en cambio, se percibe libre de este condicionamiento dialectico. Pretendo dar un pequeño aporte para pensar la existencia y al ser humano desde una racionalidad poética, desde un pensamiento del corazón, desde una episteme de las visiones y de los sueños, que son dinámicas propias de las reflexiones indígenas de la Amazonía occidental. Como todo itinerario intelectual, se trata de una propuesta en formación, de un proceso inacabado; en los trabajos que vengo publicando ahora, pienso haber llevado este intento aún más lejos. Mi vocación es realizar un pensamiento filosófico intercultural, en el que los saberes ancestrales de los pueblos indígenas puedan expresarse a sí mismos sin la necesidad de calzar de forma artificial en los giros lingüísticos y metodológicos de la academia moderna. Si conseguimos esto, lo ancestral podrá dialogar con la ciencia en igualdad de condiciones, sin resentimientos ni complejos, buscando los acuerdos y preservando las divergencias.
La escritura de este libro no solo me ha demando profundizar en el conocimiento de la literatura oral de la Amazonía occidental y realizar una prolongada pesquisa etnográfica; ante todo, lo que yo buscaba eran respuestas a mis profundas inquietudes espirituales. Entiendo el valor insustituible de una etnografía seria y creo que, en este sentido, mi trabajo destaca por su solidez, ya que llevo años conviviendo con pueblos indígenas y, gracias a mi matrimonio con Chonon Bensho, soy incluso miembro de la comunidad nativa Santa Clara de Yarinacocha. Pertenezco por afinidad a una familia que ha practicado la medicina ancestral desde antiguo y convivo permanentemente con nuestros parientes, lo que me ha permitido un acceso privilegiado y afortunado a un manantial de sabiduría inagotable. Sin embargo, mi interés no se centra solo en dar a conocer las peculiaridades culturales de los pueblos amazónicos, sino en el profundo aporte filosófico y espiritual que los saberes ancestrales pueden brindar al pensamiento humano. Aprender estos saberes y ser capaz de expresarlos de una forma en que puedan ser comprensibles para lectores de distintas procedencias, me ha demandado atravesar los procesos de educación ancestral, incorporar biológicamente estos conocimientos y consagrar mi vida, de forma unánime, a la medicina de los antiguos. Los procesos iniciáticos no me han enajenado de mi propia raíz cultural y espiritual, sino que por el contrario me han permitido vincularme con mi propia ancestralidad. He reaprendido a pensar con el corazón, a conversar con los territorios y con las plantas, y he recordado algo que, desde mi temprana juventud, intuía con ánimo poético: que todos los seres están vivos, tienen inteligencia, participan del lenguaje y proceden de una fuente común, que nos emparenta y nos demanda un cuidado compartido.
En un ensayo titulado Plant Theory in Amazonian Literature, el profesor Juan Duchesne, de la Universidad de Pittsburgh, afirma que el libro Las Visiones y los Mundos propone un pensamiento íntimamente vinculado con el territorio (“thinking with the territory”). Este pensamiento cardiaco y geológico me permite desplegar una escritura que, si bien no es del todo ajena a la teoría crítica, puede prescindir de sus limitaciones metodológicas. Procuro reflexionar desde una perspectiva que se absuelve de los límites paradigmáticos de la modernidad, capaz de afirmar (para escándalo del positivismo, pero sin ningún complejo) que las plantas no son objetos de estudio, sino sujetos de pensamiento y de conocimiento, seres vivos bajo el cuidado de espíritus maestros que nos tramiten sus saberes en sueños y visiones. Según señala Juan Duchesne, esta afirmación (de hondas implicancias filosóficas) es el más agudo reto que este libro lanza a la epistemología y a la ontología moderna. Y dice, además, “que cada palabra de este libro [Las visiones y los mundos], explicando las sutilezas de las enseñanzas espirituales y filosóficas que brindan las plantas visionarias, vale más que miles de palabras de la teoría decolonial y postcolonial”. Ha de entenderse que cito estas palabras del profesor Duchesne con humildad y contento, ya que se trata de un reconocido académico de amplia trayectoria que me honra con su generoso interés; lo que busco, al traer a colación estas citas, es aclarar que este libro ha sido realizado desde un íntimo diálogo con los sabios amazónicos, escuchándolos con atención y respeto, en completa apertura espiritual y experimentando sus saberes y desplazamientos espirituales. Esta escucha me ha llevado a conversar con las plantas y con los espíritus: he tratado de transmitir, al menos en cierta medida, lo que he entendido en estos diálogos, y procuraré hacerlo cada vez más.
Cierro estas palabras expresando mi agradecimiento a Patricio Barría por esta edición chilena. Siendo yo peruano-argentino, tengan un amor profundo, en cada caso distinto, por las dos naciones que unen las fronteras de mis países: Chile y Bolivia. Ya que recibí mi educación escolar en el Perú, me fue inevitable compartir, por un tiempo breve, ese prejuicio resentido que muchos peruanos tienen hacia Chile, debido a la derrota en la Guerra del Pacífico; sin embargo, no es difícil entender que tal enfrentamiento bélico fue decidido por los intereses de dos élites corruptas y las maniobras corsarias de los capitales ingleses. Al conocer Chile, resulta digno de admirar la sobriedad, la dignidad, el orden y la laboriosidad de buena parte de su pueblo; y también el ánimo dialogante de muchos, siendo posible encontrar unos cuantos filósofos populares, poseedores de sabrosos refranes, entre los vendedores de huesillo y los pescadores que gustan del curanto. He de reconocer que, a pesar de lo que comúnmente se piensa, tengo la impresión (compartida con mi esposa) de que el racismo es más agudo en el Perú que en Chile. Y también que hay un creciente interés, a pesar de la violenta historia oficial y del evidente desencuentro cultural de muchos chilenos, por los saberes ancestrales indígenas. Siendo personas nacidas y criadas cerca a la costa del Pacífico sudamericano, en diálogo íntimo desde la infancia con las aguas heladas de la corriente de Humboldt y los desiertos, la selva amazónica es para nosotros algo así como un opuesto radical; pero como en el pensamiento indígena los opuestos están llamados a complementarse, la inmersión en la verde humedad amazónica nos permite el reencuentro con lo negado u olvidado del propio ser. Desde antiguo ha existido intercambio entre los pueblos costeros y amazónicos, como lo prueban las plumas de aves amazónicas en el templo de Caral; peregrinar a la Amazonía puede ayudar a despertar nuestra propia vinculación con los elementos primigenios que posibilitan nuestra vida y dan sentido a nuestros pálpitos y respiros.
Pedro Favaron, San José de Yarinacocha, junio 2020
En el siguiente texto analizaremos tres casos de historias y prácticas, en Elqui, Limarí y Aconcagua, en torno a cierto tipo de niñas, las cuales en un momento de la historia –según los relatos orales– abandonaron sus cuerpos humanos para convertirse en roca, un proceso de litificación, que desde nuestro punto de vista es parte central de la espiritualidad local de los Valles Transversales del Norte Chico y Valle de Aconcagua en Chile.
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Por Patricio Barría. En: Cuadernos Supay Wasi #5 (ISSN 0719-9600)
Virgen de la Piedra de Combarbalá
En el siguiente texto analizaremos tres casos de historias y prácticas, en Elqui, Limarí y Aconcagua, en torno a cierto tipo de niñas, las cuales en un momento de la historia –según los relatos orales– abandonaron sus cuerpos humanos para convertirse en roca, un proceso de litificación, que desde nuestro punto de vista es parte central de la espiritualidad local de los Valles Transversales del Norte Chico y Valle de Aconcagua en Chile.
Estas piedras-niñas son marcadores importantes del paisaje, tanto por su ubicación y su tamaño como por sus formas sugerentes, que dan cuenta de lo que habita en ella y ,creemos que, en cierto sentido, conectan la espiritualidad local-actual con su herencia prehispánica.
Este texto es un pequeño avance de un estudio mayor sobre descolonización de la historia, el folclor y la espiritualidad local llevado a cabo en el Proyecto Supay Wasi, un movimiento de los recuerdos. Los materiales sobre los que nos basamos para el presente texto son, principalmente, relatos orales y observaciones etnográficas, así como fuentes escritas de prensa local y otras como recopilaciones de leyendas.
La Piedra Mona de Chañar Blanco (Paihuano)
Hasta hace un poco más de dos décadas existía una de estas niñas petrificadas, en la localidad de Chañar Blanco, comuna de Paihuano, Valle de Elqui:
“Dicen que en esta zona vivían una madre con su hija pero la niña era llevada a sus ideas y no hacía caso a la madre, un día la madre mandó a la niña a comprar y esta no quizo…le gritó a la madre y la madre le levantó la mano para pegarle…la niña salió corriendo al cerro, y como en esos tiempos los indios hacían mucho pacto con el diablo, y manejaban la magia negra, la madre maldijo a la niña y la convirtió en la Piedra Mona de Chañar Blanco…”
Entre los diferentes sucesos que mostraban la vida humana de la roca está la aparición de una coloración roja de manera cíclica:
“En esa roca dice que se convirtió la niña por la maldición que su madre le tiró…todos los meses la roca se ponía roja y decían que era por la menstruación de la niña”
También se cuenta que esta roca tenía cierta virtud de dar buena suerte o conceder favores a quienes se lo solicitaban.
La Piedra de la Mona se encontraba junto al camino que conducía hacia el interior del valle hasta 1996, aquel año como parte de la pavimentación de la ruta, la piedra fue destruída (si alguien posee alguna fotografía de la roca haga el favor de compartirla):
“En Paihuano se contaba siempre la historia de esa piedra hasta que la destruyeron cuando fue la pavimentación…como que de ahí nadie más habló del tema”
La Piedra de la Santa de Llay-Llay
Cerca de la ciudad de Llay-Llay –ubicada apenas a 87 kilómetros de Santiago, la capital de Chile– existe una niña de piedra, que a diferencia de lo ocurrido en el Valle de Elqui, está en pie actualmente, y no solo eso, también forma parte de ciertas prácticas espirituales muy populares en la actualidad.
“Se dice que había una niña que vivía en Llay-Llay con su madrastra y su padre trabajaba fuera. Tenia unos 7 o 6 años y le tocaba trabajar duramente cuidando las cabras y otras labores de su casa. La madrastra trataba muy mal a la pobrecita y la castigaba mucho…ella se refugiaba en el cerro…un día que estaba muy afligida por lo que pasaba la mandaron a buscar leña al cerro y ahí se puso a rezarle a su mamá que ya no quería volver nunca más a la casa de su madrasta y que quería estar con ella para siempre…entonces fue que se convirtió en piedra…cuando la fueron a buscar encontraron una piedra con la forma de la niña y supieron lo que había pasado…desde ese momento los lugareños empezaron a ir a la piedra a prenderle velas y a hacerle mandas, se dice que es muy milagrosa y cumplidora.”
El producto de la actividad de espiritual de pedidos y ofrendas a esta niña de roca, se manifiesta en la actualidad en el fervor religioso de la comunidad de Llay-Llay con la Piedra de la Santa. Hay numerosas personas que realizan sus mandas periódicamente y además esta roca sagrada posee su propio baile chino: el Baile Chino Piedra Santa de la Comuna de Llay-Llay. Este baile esta inserto dentro de la tradición de los bailes chinos del Valle de Aconcagua. Los bailes chinos, como ya se ha dicho repetidamente:
“Son cofradías de músicos danzantes que expresan la tradición espiritual de los Valles Transversales de Chile. Se ha planteado que sus antecedentes están en las culturas prehispánicas de Aconcagua y el Norte Chico de Chile. Uno de los elementos que más se han destacado sobre estas expresiones, entre los investigadores, ha sido la música y su peculiar sonido, denominado el “sonido rajado”, que emparenta esta tradición local con un amplio horizonte andino de expresión ritual desde tiempos prehispánicos. Actualmente y desde tiempos coloniales, esta tradición se inscribe dentro del catolicismo popular e integra tanto las tradiciones coloniales católicas como las locales. La flauta china, el instrumento característico de estas cofradías, está compuesto por dos tubos de madera o de caña, embutidos y con una medida adecuada que permite la ejecución correcta del sonido rajado.”
(Boletín Mamakochandes #1)
En el siguiente link pueden ver una entrevista realizada al alférez del Baile Chino Piedra Santa, donde el narra la historia y motivación de su cofradía:
https://www.youtube.com/watch?v=trpv8N5q0as
Una historia o leyenda local, que se extiende a partir de esta historia original, es la de un hombre que intentó destruir esta roca y producto de ello, como castigo por esa mala intención, sus hijos nacieron sordos y mudos. Esto daría cuenta de la capacidad defensiva de aquel territorio y del papel de guardiana de la Piedra Santa.
El año 2018 hubo gran revuelo en la comunidad de Llay-Llay, se corrió la noticia de que el cerro donde se emplaza la Piedra Santa había sido vendido a un particular y el propietario tenía la intención de plantar paltos en aquel lugar por lo tanto el cerro sería destruido y la Piedra Santa igualmente. Tal oscuro destino para aquel cerro tenía mucho fundamento, ya que en la zona los mono-cultivos industriales de palta cubren cerros enteros en aquel sector del Valle de Aconcagua y para implantar tales cultivos se debe destruir todo lo existente, así como la vegetación nativa y las rocas de gran tamaño son dinamitadas para dar todo el lugar a las plantaciones.
Si bien, la razón más esgrimida durante esta movilización fue la lucha contra la depredación del agua por el mono-cultivo, también se manifestó como una de las razones fundamentales para los pobladores, la lucha por la protección de la Piedra Santa y lo que esta significa como símbolo de Llay-Llay y como lugar de fe y peregrinación.
Peregrinos en la Piedra Santa. Fuente: Comunicaciones Llay Llay
La Virgen de la Piedra Blanca de Combarlalá
Llegamos al tercer caso que analizaremos en esta oportunidad, La Virgen de la Piedra Blanca, la más popular de las niñas de piedra de todos los territorios en cuestión y cuya adoración concita la adhesión de varios miles de fieles el día de su fiesta.
La fiesta es esta niña-virgen-piedra se realiza anualmente el primer domingo de mayo, en la localidad de La Isla en el Valle de Cogotí, Provincia de Limarí, Región de Coquimbo, lugar donde se emplaza esta maravilla. Suelen llegar aproximadamente entre 7.000 y 20.000 fieles en los últimos años para esta festividad, en una localidad en la que viven regularmente unas 200 personas.
La historia de esta niña o doncella de piedra es más intrincada que las anteriores, producto de la magnitud de la celebración y de su institucionalización como festividad de la Iglesia Católica, aunque sin embargo esta fiesta fue prohibida al principio por la iglesia como veremos más adelante.
En publicaciones oficiales se menciona que esta celebración tuvo su origen en la década del 1930, cuando un lugareño “encontró” la virgen convertida en roca:
“Los orígenes de la fiesta se remontan hacia el año 1930, cuando se descubrió en la localidad de La Isla una roca que se identifica con la imagen de la Virgen, la que se encuentra en la parte alta de un cerro del sector. En los inicios, hubo dificultad de parte de la Iglesia de Combarbalá en aceptar la devoción, pero con el transcurso del tiempo la devoción fue aceptada y atendida espiritual y pastoralmente.”
(Francisco Mesa Jerez Diácono en Tránsito Parroquia de Combarbalá)
Sin embargo testimonios de antiguos habitantes y promeseros cuentan que esta tradición es mucho más antigua y que antes era solo una tradición de algunos lugareños. Sobre todo hay una versión bastante difundida en la memoria oral local, que no aparece en las versiones oficiales, ya que es una historia que cuadra mucho menos con la ortodoxia católica que la simple historia de un humilde y ferviente campesino que vio a la Virgen María manifestada en piedra:
“ …Se dice que lo que pasó fue que a una joven le prohibieron casarse con un campesino, entonces la niña se arrancó de su casa y se escondió entre los peñascos, entre las piedras…entonces la mamá le lanzó una maldición y le dijo: ahh como a ti te gusta esconderte entre las piedras entonces piedra serás y en el acto se convirtió en piedra.”
Tenemos otra versión muy similar a esta que ha sido publicada en la revista Combarbalá:
“Según cuenta la leyenda una joven lugareña se fugó de su casa al no tener la aprobación de su madre para contraer matrimonio con un joven agricultor. En su escape llegó a refugiarse en la pared de piedra ubicada en la Isla, su madre la maldijo y ella se convirtió en roca sólida. Tiempo más tarde vecinos del sector descubrieron el lugar y se convirtió con los años en centro de peregrinaje y milagros atribuidos a la imagen.”
A partir de la década del 30 lo que sucede es la relación que se otorga a la joven de piedra con la Virgen María, cuando un grupo de feligreses católicos de la familia Castillo, al mando de Gabino Mateo Castillo, re-descubrieron esta imagen como Virgen María, dando un nuevo impulso a la historia de la niña de piedra, esta vez como una Virgen María. En un principio la relación de la iglesia católica y el culto a la Virgen de la Piedra fue conflictivo:
“Cuentan que el Párroco de aquellos años, P. Pedro Muranda, constatando la creciente fe de los parroquianos en esta imagen, un día, se dirige al lugar, con la intención de dinamitarla; pero, en el camino, el caballo se espanta, lo lanza al suelo y se fractura una pierna. Este hecho es considerado por los lugareños como un castigo divino.”
(Blog Diaguita Ovallino)
Esta y otras acciones por parte de la iglesia para censurar el culto a la piedra terminaron teniendo el efecto contrario pues concitó la atracción de mayor cantidad de fieles que con el paso del tiempo llegaban de los diferentes territorios del Norte Chico de Chile y del Valle de Aconcagua. Con el tiempo la iglesia cambió su perspectiva y estrategia pastoral con respecto a esta tradición y decidió integrarla en su estructura para de ese modo controlar, hasta donde fuera posible, la evangelización del territorio, sobre todo en vistas a que la fiesta era lo suficientemente importante como para que la iglesia corra el riesgo de perder puntos en el campo de la espiritualidad popular local.
Discusión
Como vimos en esta revisión, las tres historias contienen relevantes puntos en común, el más obvio la litificación, la conversión de una niña o joven en piedra. El segundo punto es la capacidad o poder de esa roca-persona para otorgar favores a los humanos que se acercan a ella para solicitárselos, como parte de una manda. Después vemos una diferencia entre la tradición de Aconcagua con las otras dos de Elqui y Limarí, mientras en la primera, la conversión de la niña en piedra se debe a un rezo o petición de la misma niña, en los otros dos casos se debe a una maldición de la madre.
Nos parece oportuno mencionar que en el caso de Elqui, la historia parece tener un rumbo moralizador hacia cierto tema, en el sentido de que las versiones de la historia indican una transgresión por parte de la niña hacia la autoridad materna. Como castigo la madre convierte a la niña en roca. Mientras tanto en el caso de Virgen de la Piedra de Combarbalá, la joven es castigada por desacatar la decisión de su madre de no consentir su matrimonio. Nuevamente una transgresión a la autoridad materna ocasiona que la niña sea maldecida por su madre y transformada en roca.
Al contrario de las narraciones anteriores, en Aconcagua, la transgresión aparece realizada por la madrastra de la niña, quien la maltrata sicológica y físicamente y la conversión de la niña en piedra es parte de una acción de salvación por parte de su madre verdadera. Por lo tanto se constituye como una denuncia al abuso de la autoridad materna, hacia una manera ilegítima de ser madre.
Otro punto que queremos traer en esta discusión es la manera tradicional de entablar relación con estas entidades. En algunas zonas de los Andes y especialmente en el territorio chileno se utiliza el termino manda para hacer referencia a un voto o promesa hecha a la virgen, un santo, o a Dios pero ––más allá del significado hegemónico y desde la perspectiva de los lugareños– también se utiliza para realizar pactos o promesas con diferentes entidades poderosas que habitan el territorio como diablos, ánimas, cruces de los cerros, ancestros-cerros y como en estos casos: rocas vivas. Entonces hablar de manda es referirse a una categoría que sobrepasa ampliamente la definición eclesiástica y su deseo de orden pastoral. Una manda consiste básicamente en una relación de intercambio, un trato o pacto con algún específico ser, el cual tiene la potencia para cambiar la realidad de la persona solicitante del favor, mejorar su salud, mejorar su situación económica y familiar, en otros casos. A las posibilidades anteriormente mencionadas se suman, por ejemplo, la capacidad de poner a raya a los enemigos, entregar poder y riqueza u otorgar cualquier don. Los pagos que el solicitante debe hacer son acorde al pedido solicitado y al gusto y la usanza de la entidad y/o la tradición y al talante del solicitante, su fe, sus inclinaciones personales. Pueden ir desde prender una vela en el altar de la entidad hasta entregar el alma propia o de terceros ( en el caso del diablo u otros espíritus “poco católicos”), formar parte de una cofradía de baile religioso, etc. Este tipo de relacionalidad denominada manda, es principalmente, según lo visto en el campo, un pacto individual, que no precisa necesariamente la existencia de intermediarios humanos como sacerdotes u otros especialistas ceremoniantes, ya que una manda suele ser un secreto íntimo entre el promesante y la entidad con la cual se intercambia, aunque sea una petición a la Virgen de Andacollo, rodeada de decenas de miles de fieles, muchas veces ni la familia más cercana conoce los términos del pacto-promesa.
Palabras finales
Hemos presentado, muy resumidamente, tres casos que forman parte de un estudio mayor de espiritualidad popular y descolonización en los territorios del Norte Chico y Valle de Aconcagua (Chile). Hay otras niñas de piedra en estos territorios y sospechamos que era una tradición relativamente masificada y parte de una herencia prehispánica. A pesar de lo dicho es solo un primer acercamiento a estas temáticas poco comunes, por lo tanto queda mucho por discutir y por conocer.
En este contexto reivindicamos la práctica de la manda, como una manera legítima en este territorio para entablar relaciones con estas entidades, práctica que con todos sus matices, particularidades y transformaciones históricas, es transmitida al interior de las familias, de generación en generación, y posee la virtud de no ser ninguna recreación étnico-arqueológica, ni una espiritualidad new age ni una ritualidad montada como parte de algún paquete turístico.
Consideramos fundamental tener en cuenta la razón por la cual el pueblo profundo y la tradición local apela a estas prácticas. Su porqué, además de formar parte de la historia y tradición, principalmente es su eficacia comprobada. Se hace porque funciona.
Agradecimientos: Agradecemos a Malte por el envío de entrevistas realizadas por él sobre la Piedra de la Santa en Llay-Llay, en el contexto de la movilización socioambiental del 2018.
Referencias e información complementaria sobre la temática
Redacción Supay Wasi. “Baile Chico Adoratorio Cerro Mercachas: 10 años de resistencia espiritual en Aconcagua”. En: Boletín Mamakochandes #1, Señor Litre Editor, Ciudad de Vicuña.
El pasado 21 de diciembre, Estuvimos presentes junto a nuestro programa de radio El Fogón Elquino, en la Ceremonia de Solsticio de Verano o Capac Inti Raymi, que se celebra desde hace 10 años en el Cerro Mercachas, cercano a la ciudad de Los Andes, en la Región de Valparaíso, Chile. En este breve artículo queremos dar a conocer esta experiencia y contar algo de la historia de quienes llevan adelante esta actividad, el Baile Chino Adoratorio Cerro Mercachas. Antes de pasar a esto contaremos un poco sobre la historia y arqueología del Cerro Mercachas.
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Por Redacción Supay Wasi. En: Boletín Mamakochandes 1 (ISSN 0716-971X)
Vista hacia el Cerro Aconcagua desde el Mercachas. Foto: Archivo Personal.
El pasado 21 de diciembre, Estuvimos presentes junto a nuestro programa de radio El Fogón Elquino, en la Ceremonia de Solsticio de Verano o Capac Inti Raymi, que se celebra desde hace 10 años en el Cerro Mercachas, cercano a la ciudad de Los Andes, en la Región de Valparaíso, Chile. En este breve artículo queremos dar a conocer esta experiencia y contar algo de la historia de quienes llevan adelante esta actividad, el Baile Chino Adoratorio Cerro Mercachas. Antes de pasar a esto contaremos un poco sobre la historia y arqueología del Cerro Mercachas.
El Cerro Mercachas
La cuenca superior del río Aconcagua, donde se encuentra el epicentro de esta historia, se encuentra en la zona septentrional de Chile Central y corresponde a un amplio valle compuesto por dos sectores: el área de San Felipe -Los Andes y el área de Putaendo, las cuales están separados por un importante cordón montañoso. Los estudios arqueológicos e históricos han mostrado que en tiempos inmediatamente anteriores a la llegada del inca, esta zona fue ocupada por comunidades campesinas con un bajo nivel de jerarquización y diferenciación social y una ausencia de grandes obras constructivas que indicasen un trabajo comunitario a gran escala (Troncoso Et all. 2012).
Lo que se conoce actualmente como valle de Aconcagua, al momento de la conquista española, estaba dividido en dos mitades o valles de acuerdo a la forma andina de organización (al igual que todos los valles transversales del Norte Chico Chileno). La parte alta se denominaba Aconcagua y estaba comandada por Michimalonko y la parte baja denominada Chile (origen del nombre de este país) dirigida por el señor local Tanjalonko. El Valle de Putaendo también se hallaba dividido en dos mitades. Estos grupos pertenecían a un huamani o Provincia Inca que abarcaba desde el Choapa hasta el valle del Río Maipo. En esta provincia se hablaba principalmente mapuzungun (o lengua mapuche) (Barría, 2018).
Los incas habrían arribado a los valles de Putaendo y Aconcagua a mediados del siglo xv y su sistema de gobierno se basaba en la eficacia de su ritualidad para afianzar su hegemonía, más que en la conquista militar. Entre las manifestaciones materiales del tawantinsuyo en Aconcagua y Putaendo tenemos la monumentalización del territorio en lugares clave desde un punto de vista simbólico-espiritual- territorial, ejemplo de ello son la superposición de qellqas o signos escritos, en sitios relevantes con petroglifos y la implementación de instalaciones arquitectónicas en huacas/cerros como el monte Aconcagua, el Orolonco, El Castillo y como en este caso, en el Cerro Mercachas.
Según el trabajo de Andrés Troncoso y colaboradores (cuya referencia está al final de este artículo y se puede encontrar en internet el texto completo), El Complejo Arquitectónico Cerro Mercachas se ubica en las proximidades de la actual ciudad de Los Andes y se emplaza en la cumbre de una estribación montañosa de la cordillera andina, a una altitud de 1.600 msnm y a 500 m de altura sobre el valle de Aconcagua. Tiene como particularidad que su cumbre es una planicie que se extiende por más de 300 m de largo, por lo que el macizo también se conoce con el nombre de Cerro La Mesa.
La altura y dimensiones del cerro, así como su particular cumbre plana, hacen de cerro mercachas un hito extremadamente significativo dentro del paisaje local, destacando tanto por su morfología como por su alta visibilidad en el entorno. A la inversa, desde su cumbre se tiene una visión privilegiada de toda la cuenca superior del Aconcagua, y una vista directa del santuario del cerro Aconcagua, principal waka incaica de la región y que es visible desde pocos lugares de la zona.
El complejo del cerro mercachas está delimitado por un muro perimetral de piedra que encierra un área cercana a los 12 hectáreas y en cuyo interior se han reconocido un total de 43 estructuras arquitectónicas o construcciones y 13 bloques con arte rupestre. Según estudios arqueológicos realizados en el lugar, las evidencias materiales corresponderían al Período Inca en la zona, lo cual es acorde con la estrategia político -espiritual, que hemos mencionado antes, de monumentalización de huacas para afianzar su dominio sobre el territorio. Esto no quiere decir en ningún caso, para nosotros, que este sitio no haya sido un lugar de gran importancia espiritual en momentos previos al arribo del inca, pues las poblaciones locales no solían intervenir monumentalizando el paisaje y dejaban escasas huellas materiales, al contrario de los incas.
Los arqueólogos Stehberg y Sotomayor propusieron interpretar el sitio como una waka-fortaleza, es decir, como una instalación que mantiene un patrón constructivo de tipo fortaleza -defensiva, pero que funcionaría como un espacio sagrado. Otro punto fundamental, que aparece tanto en los estudios arqueológicos, como en las prácticas actuales en este, sitio es la astronomía vernácula o indígena. en el análisis hecho a las estructuras por Andrés Troncoso y colaboradores:
“se detectó una orientación en la abertura de las puertas de ciertos recintos de pircas. Esta orientación se relaciona directamente con el solsticio de invierno y con el Cerro Aconcagua. Para la latitud de Cerro M ercachas y en la época de uso de las estructuras, la primera aparición de las pléyades, su orto helíaco, o sea la primera aparición de tales estrella por el horizonte oriental, después de su período de invisibilidad, ocurriría hacia comienzos de junio, apenas unos pocos días antes del solsticio de junio. esto sugiere una interesante asociación entre la principal waka incaica de la región (Cerro Aconcagua) y la aparición de las pléyades, que según autores como Bauer y Dearborn serían las principales estrell as sujetas a observación en el tawantinsuyu, dada su asociación con la producción de maíz, por lo que «su aparición y desaparición fueron seguidas con gran interés.”
Otro punto importante, señalado por estos arqueólogos, es la partición en tres de la arquitectura del lugar. Se deben atravesar tres muros perimetrales que delimitan tres lugares, que a su vez se relaciona con la división del mundo en tres dimensiones, el mundo de abajo, el de al medio y el mundo de arriba. Esta misma organización del espacio ha sido encontrada en otros sitios arqueológicos del tawantinsuyo, como por ejemplo en la isla del sol, en el Lago Titicaca, Bolivia.
Petroglifos Cerro Mercachas. Foto: Archivo Personal
Vista desde la cima del Mercachas. Foto: Archivo Personal
Petroglifo antropomorfo de la Piedra Huaca del Mercachas. Foto: Archivo Personal
Guardianes de la tradición espiritual local
El Baile Chino Adoratorio Cerro Mercachas se creó hace 10 años en la Escuela de El Sauce, localidad próxima a la ciudad de Los Andes. Desde un primer instante se planteó la necesidad de llevar el sonido y la ritualidad china al cerro -huaca que se encuentra muy próximo a la escuela. Así es como el año 2014 realizan el proyecto “peregrinación por la revalorización de la raíz precolombina de los bailes chinos del alto aconcagua”, en este proyecto realizaron un recorrido, llevando la ritualidad china a importantes sitios de adoración con antecedentes prehispánicos en el Valle de Aconcagua.
De la mano de su alférez, Mario Lautaro Martínez, este solsticio de verano pasado, han cumplido 10 años de vida y de chinear por los cerros y pueblos de Aconcagua. Como se deja ver en las líneas anteriores, la principal festividad de esta cofradía es la celebración de los solsticios de verano e invierno en la cima del cerro -huaca Mercachas.
Uno de los desafíos más importantes a los cuales se han enfrentado, es la lucha por la defensa de las aguas y los glaciares de Aconcagua, formando parte además de una coordinadora que agrupa a diferentes colectividades en la lucha en defensa del agua, cuyas principales amenazas son la megaminería y el monocultivo de uvas y paltas: “el baile chino está ligado al agua, se acaba el agua y se acaban los chinos, porque el mundo chino es un mundo eminentemente agricultor”, nos dice su alférez.
Otro hito importante en esta cofradía y su territorio, fue la exitosa lucha contra la instalación de una antena de telefonía celular, la cual pretendían emplazar en la cumbre del cerro, lo que hubiera afectado enormemente el patrimonio arqueológico del lugar y las actividades espirituales de la cofradía. Gracias a las labores de difusión y resistencia de esta agrupación china y sus aliados, la antena de telefonía no pudo ser instalada.
En este punto queremos mencionar la existencia de un caso similar, aunque con un mal resultado: el caso del Pucará de la Compañía. Esta “fortaleza defensiva”, que probablemente también sea una huaca, se encuentra en la Comuna de Graneros, Sexta Región de Chile. Este cerro incluso tiene cierto parecido al Mercachas, ya que también cuenta con una importante planicie en su cumbre (como se aprecia en la foto de abajo). Este pucará alberga evidencias arquitectónicas incas, pero también evidencias anteriores, de los grupos denominados promaucaes o picunches. Una de las características relevantes de este sitio es que es uno de los emplazamientos más australes del tawantinsuyo inca, junto al Pucará de la Muralla de San Vicente de Tagua Tagua. Seguramente si hubiera existido una comunidad organizada en torno a este patrimonio, como en el caso del Mercachas, hubiera sido muy difícil que la empresa hubiera logrado instalar su antena.
Cerro Grande de La Compañía, se observa la antena instalada en el sector izquierdo de su cumbre. Foto: Penarc – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10190704
La celebración
El pasado 21 de diciembre, estuvimos presente en la celebración del solsticio de verano. Nos juntamos la tarde del día anterior, con el Baile Chino Aconcagua Salmón, otra importante cofradía del vecino Valle de Putaendo, para juntos emprender la subida al cerro, lo cual nos llevó algo más de tres horas de extenuante camino de ascenso.
Al llegar a la extensa planicie de la cima del cerro, armamos el campamentos donde pasaremos la noche para esperar al nuevo sol. En la noche alrededor del fuego se lleva a cabo la tradicional ronda de presentaciones y conversación o nutram con un total de casi 60 asistentes. Posteriormente a eso de las 12 de la noche se comienza el primer salto de los chinos. Dos columnas de músicos danzantes, se enfrentaron haciendo sonar sus flautas, al medio un tamborero marca el ritmo e indica las mudanzas, los pasos del baile que se ejecutan al mismo tiempo que se hacen sonar los vientos. En el momento central de la ritualidad el alférez, que dirige el baile, porta una bandera con la cual dirige sus cantos improvisados en cuartetas a la huaca, los ancestros y al Cerro Aconcagua. Luego de descansar algo, nos levantamos a las 5: 30 am para salir rumbo a la piedra huaca que preside el Mercachas y sitio de observación del solsticio. Se van reuniendo de nuevo los chinos para hacer sonar sus flautas con las primeras claridades del día.
Reunión de los chinos con las primeras claridades del día. Foto: Archivo Personal
Los chinos van tocando sus instrumentos nuevamente, afinando el sonido y el paso, abriendo la comunicación con la divinidad, posteriormente el alférez eleva nuevamente su canto -rezo, saludando a los cerros y al nuevo sol. Al finalizar su canto, saluda y da paso al peñi mapuche, que ha venido desde la vecina localidad de Santa María de Aconcagua a ofrecer su rotativa al Ñgen, a la pareja de jóvenes y a la pareja de viejos, a los cuatro espíritus que cuidan y mandan en ese winkul mapu o territorio de montaña. En esta rogativa tampoco faltaron los llamados y saludos al waichafe Michimalonko. Después de esta rogativa ejecutada cuatro veces y que tuvo afafan cuatro veces, se dio paso a otra rogativa al estilo andino central, dirigida por una pareja de practicantes de la tradición de los Andes Centrales.
Chineo en el solsticio, Cerro Mercachas. Foto: Archivo Personal.
Flautas chinas apoyadas en piedra huaca. Archivo personal
Rezo hoja de coca. Archivo personal
Chino durmiendo. Archivo personal
Secretos de la cofradía
En estos 10 años de ritualidades ininterrumpidas en el Cerro Mercachas, esta cofradía ha ido atesorando importantes secretos del lugar, algunos de los cuales han querido compartir con nosotros. Uno de los más llamativos que además hemos podido atestiguar en el sitio, es el alumbramiento del Ojo del Aconcagua, este fenómeno solsticial consiste en que en cierto momento, antes de que caigan los primeros rayos directos del sol sobre el Mercachas, un primer rayo de luz cae directo en una zona del Cerro Aconcagua. Este rayo ilumina repentinamente al ojo de lo que sería la figura del rostro del cerro. En la Ciencia Indígena de los Andes, en toda la extensión de esta cordillera, se indica que los cerros son ancestros importantes y por lo tanto esa es la explicación para que se manifiesten ciertos rasgos en la morfología humana de las montañas, nariz, boca, mentón, etcétera. Entonces al alumbrarse el ojo, queda al descubierto cuales son los otros rasgos del rostro del apu Aconcagua. Un ojo que mira en dirección al nuevo sol.
Otro fenómeno lumínico, bastante impresionante, que se manifiesta en los días del solsticio, es la aparición, junto con las primeras claridades del día, de una bola luminosa sobre el Cerro la Leonera. Este fenómeno, difícil de describir, es como un disco de luz tenue que se marca sobre este cerro, durando unos segundos o pocos minutos quizás. Como si fuese un doble de la luna o del sol pero sin la fuerza extrema de sus rayos.
Otro fenómeno puntual que ocurrió en cierta ceremonia, es la aparición de una especie de nube que desprendía luces de varios colores, el avistamiento fue señalado por muchos concurrentes a aquella ceremonia. En otras ocaciones se han reportado otros avistamientos de luces y de seres antropomorfos.
Hasta aquí dejamos este informe sobre el Cerro Mercachas y sus guardianes, un tema que da para mucho más. Felicitamos la gran labor que el Baile Chino Adoratorio Cerro Mercachas y su alférez, llevan adelante para recuperar la memoria y cuidar el territorio del Valle de Aconcagua.
Referencias Bibliográficas Barría, Patricio. (2018) “El Zarpazo del Tigre y la Dueña del Agua en el Cerro Orolonco, Valles de Putaendo/Aconcagua (Chile)”. En: Cuadernos Supay Wasi #2. Proyecto Supay Wasi, Vicuña, Chile.
Troncoso, A., Pavlovic, D., Acuto, F. A., Gonzáles- García, A. C. (2012) “Complejo Arquitectónico Cerro Mercachas: Arquitectura y ritualidad incaica en el Chile central” . En: Revista Española de Antropología Americana, vol. 42, núm. 2, 293-319.https://www.researchgate.net/publication/236330847_Complejo_Arquitectonico_Cerro_Mercachas_Arquitectura_y_ritualidad_incaica_en_el_Chile_central